en efecto, se aproxima el fin de estas alegres y largas vacaciones semiforzadas. de aquí para allá: maputo, honolulu, parís, ibiza... en efecto, no he ido a ninguno de esos sitios, al menos con el cuerpo.
"sí, existen universos paralelos" me dice el doctor, "y en este ocurre lo que nunca debería haber ocurrido, o no ocurre lo que debería haber ocurrido, los científicos no acaban de ponerse de acuerdo al respecto... lo que resulta harto significativo."
MOONLIGHT SALOON
XIII
Delia se desliza en silencio a través de rutas asediadas por la maleza y yo la sigo. Hay vigías en todos los accesos al valle, me dice, y será difícil no topar con ellos. Bajamos por un terreno escarpado, piedras y arenisca se desprenden a nuestro paso, cuando empiezan a dispararnos. Me giro en nuestra carrera y puedo ver la silueta de uno de los jinetes recortada contra la luna. Disparo dos veces y la silueta cae. Ya no se oyen más disparos.
Delia me coge por el brazo y me pide que vayamos a asegurarnos de que está muerto. Retomamos un tramo del camino, nos acercamos sigilosos; está muerto, con los ojos abiertos como platos. Antes de que me dé cuenta ella coge el rifle que yace junto al cadáver y le pega cuatro tiros en la cara, y luego escupe sobre el cuerpo sin cabeza. Entonces se oye el rugido del profeta en todo el valle. Pronto amanecerá, debemos darnos prisa.
"sí, existen universos paralelos" me dice el doctor, "y en este ocurre lo que nunca debería haber ocurrido, o no ocurre lo que debería haber ocurrido, los científicos no acaban de ponerse de acuerdo al respecto... lo que resulta harto significativo."
MOONLIGHT SALOON
XIII
Delia se desliza en silencio a través de rutas asediadas por la maleza y yo la sigo. Hay vigías en todos los accesos al valle, me dice, y será difícil no topar con ellos. Bajamos por un terreno escarpado, piedras y arenisca se desprenden a nuestro paso, cuando empiezan a dispararnos. Me giro en nuestra carrera y puedo ver la silueta de uno de los jinetes recortada contra la luna. Disparo dos veces y la silueta cae. Ya no se oyen más disparos.
Delia me coge por el brazo y me pide que vayamos a asegurarnos de que está muerto. Retomamos un tramo del camino, nos acercamos sigilosos; está muerto, con los ojos abiertos como platos. Antes de que me dé cuenta ella coge el rifle que yace junto al cadáver y le pega cuatro tiros en la cara, y luego escupe sobre el cuerpo sin cabeza. Entonces se oye el rugido del profeta en todo el valle. Pronto amanecerá, debemos darnos prisa.
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