EL BEL CANTO (vol. 2)

Cuando terminó la parafernalia versallesca volvimos al Opera House en dos taxis (las chicas se habían ido antes); y, oh, sorpresa, estaba cerrado. Entramos por el parkin´ y el segureta se frotó los ojos, dudó, ("tal vez sea una despiadada banda de supervillanos") y finalmente nos dio acceso al susodicho palacio.
El sopor y las risas dominaron los ensayos de El Rapto; los primeros días me senté en el graderío, en la mesa de luces, junto al encargado del artefacto en cuestión, mi viejo amigo el señor Óscar Vázquez... hasta que por fin, por ausencia del capitán de la guardia, tuve que intervenir. Más adelante se ausentó durante dos días uno de los criados que llevaba el palanquín, que pesaba un huevo, por cierto, y casi se me cae.
Y, como siempre, me encapriché con la cantante más joven ¡ Es tan pizpireta! El día del ensayo general vagaba yo por los solitarios pasillos de los camerinos, entonces surgió ella de la nada y me dedicó una sonrisa que podría haber derretido el iceberg que acabó con el Titanic. Lástima que vivamos en planetas diferentes...

Comentarios

maripeli ha dicho que…
¿"Tal vez sea una despiadada banda de supervillanos"? xD ¡Sería una idea genial para un cómic!

¿No tiene continuación la historia de la pizpireta? Porque es una lástima... Invéntatela, aunque sea. ¿No...?
... ha dicho que…
Cajonacona, me perdí esa aventura.

El Gran Yeremaia y un servidor tuvimos que importunar hace años al segurata del aparcamiento vestidos de Ágata Ruiz de la Prada.

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