" Digámoslo: no existen muchos nexos entre este país - el mío, el de Unamuno- y Galicia. Nos unen a ella unos cuantos siglos de azar en la rueda vana de la historia: poca cosa, auténtico grano de anís o de arena para quien vive de pasados más antiguos y de futuros menos inminentes"

F. Sánchez Dragó, Gárgoris y Habidis.


MOONLIGHT SALOON

XVIII

Recorremos la ciudad por sus barrios de casas de madera y sus caminos de polvo, vemos la llegada lenta de las diligencias y su huida veloz, las lavanderías y los bancos y los saloons, los faroleros y la luz de gas.
Caminamos en línea recta mientras cae la noche. Le alquilamos un cuartucho a Madame por una moneda de oro. Nos tumbamos en la cama; Delia me besa y al rato se queda dormida. Cierro los ojos por un momento, y por primera vez en mucho tiempo sólo veo oscuridad. Me levanto y dejo la moneda de oro que me queda en la mano abierta de Delia, y se la cierro.
Salgo. Está empezando a llover. Doblo la esquina y veo la luz que sale de la entrada de un saloon, como una boca de fuego. Se me acerca un perro lobo atravesando la lluvia. Me mira a los ojos y se da la vuelta. Le sigo.
Me lleva hasta un callejón sin salida. Sentado contra la pared está el mexicano, con la cara oculta por el sombrero. Me siento junto a él y le entrego mi banjo hecho de armadillo. Lo afina y me enseña a tocar la canción. Me lo devuelve y se levanta: ahora es el profeta negro, que me sonríe y se marcha. Vuelvo hacia la luz del saloon.

Comentarios

Entradas populares