MONTANELLI & ANÍBAL (IV)


Los romanos esperaban que “las dificultades, el hambre y el cansancio” acabasen con el enemigo, pero los romanos se cansaron antes, ansiosos de una victoria rápida. Emilio Paulo, “un aristócrata de mesurado juicio” se puso a la cabeza de la defensa contra Aníbal, consciente de que los romanos no habían elaborado una estrategia adecuada frente a la del cartaginés.

Ochenta mil infantes y seis mil jinetes romanos contra “veinte mil veteranos, quince mil galos dudosos y diez mil jinetes” de Aníbal se enfrentaron en la batalla de Cannas, una de las más grandes de la Antigüedad; el general cartaginés atrajo, como otras veces, al enemigo a un terreno llano adecuado para la acción de la caballería.

En la batalla cayó Emilio Paulo junto a otros cuarenta mil romanos, “entre ellos ochenta senadores”. El pueblo aguardaba enlutado a los supervivientes a las puertas de la ciudad.



Según los entendidos- añade el señor Montanelli- Cannas permanece, en la historia de la estrategia, como un ejemplo jamás superado. Aníbal, único capitán que fue capaz de derrotar a los romanos cuatro veces consecutivas, perdió en ella solamente seis mil hombres, de los cuales cuatro mil eran galos. Pero perdió también el secreto de su triunfo, que finalmente el enemigo comprendió: la superioridad de su caballería.”

Así que Roma cayó de la burra cuando todo parecía perdido: samnitas, abruzos y lucanos se sublevaron contra ellos; en varias regiones también sometidas al yugo romano la población dio muerte a sus guarniciones; Filipo V de Macedonia se alió con Aníbal; Cartago, ahora sí apuntándose a la inminente victoria, anunció por fin el envío de refuerzos, “y algunos jóvenes patricios romanos, corrompidos ya por la cultura helénica, pensaron huir a Grecia, su patria ideal.”

El joven Escipión, superviviente de Tesino y Cannas, denunció estos casos con vehemencia. Y además “el pueblo [ de Roma] aceptó nuevos tributos y nuevas levas (...) el Gobierno ordenó otro sacrificio humano, no ya de dos, sino de cuatro víctimas y enterró vivos a dos griegos y a dos galos. Los soldados renunciaron a la paga. Y de las casas salieron voluntarios de trece y catorce años para engrosar la débil guarnición, que se preparaba a defender Roma en la última batalla contra Aníbal.”


Pero Aníbal no se presentó. He aquí una de las mayores incógnitas de la Antigüedad.


Montanelli se hace varias preguntas al respecto: “¿Se ilusionó con recibir refuerzos a tiempo para la gran empresa? ¿Esperó que el enemigo pidiese la paz? ¿O bien Roma, pese a haberla derrotado cuatro veces, le infundía todavía un hondo respeto? Sea lo que fuere, en vez de aprovechar el enorme éxito de Cannas, decidió descansar (...) Luego se acercó hasta pocos kilómetros de Roma, haciéndola temblar, pero se desvió al este, hacia Capua.


A partir de aquí Roma empezó a recuperar terreno, reorganizó el ejército y restableció el orden en Sicilia como primeros pasos para asentar definitivamente su hegemonía en el Mediterráneo; la hora de Cartago había pasado debido a la decisión de uno de los mejores estrategas de la Historia de no atacar cuando tenía al enemigo de rodillas.


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Publio Cornelio Escipión, el mencionado superviviente de las batallas de Tesino y Cannas, surgiría como “gran caudillo que habría de vengar todas las humillaciones de Roma.” Con sólo veinticuatro años fue enviado a derrotar a Asdrúbal en España; éste huyó a Italia a reunirse con su hermano y encontró la muerte a manos de los romanos. De cien naves que Cartago había mandado como refuerzo, ochenta se hundieron en las costas de Cerdeña... “El cartaginés [Aníbal] sentíase ya hombre acabado”. Volvió a Cartago y la defendió, con cuarenta y cinco años y ciego de un ojo, a pesar de lo cual hirió a Escipión en combate individual. Pero esa batalla, la de Zama, la perdió, y con ello supo que había perdido la guerra.

Roma impuso sus condiciones, por las que Cartago renunciaba a toda conquista en Europa y casi toda su flota fue entregada. Escipión “renunció a la entrega de Aníbal, que el pueblo de Roma hubiera querido ver uncido al carro del vencedor el día del triunfo.”


En cambio la oligarquía senatorial y mercantil de Cartago quería deshacerse de Aníbal, ya que éste pretendía destruir sus privilegios. Escipión hizo lo posible por evitar la detención de su gran oponente, mas finalmente Aníbal tuvo que huir de noche de su tierra como un criminal.

Llegó a Antioquía y ayudó al rey Antíoco contra los romanos. Tras la derrota frente al ya imparable ejército romano volvió a huir, primero a Creta y finalmente a Bitinia.

Los romanos no le dieron tregua y al fin rodearon su escondrijo. El viejo general prefirió la muerte a la captura. Livio cuenta que, al llevarse el veneno a la boca, dijo irónicamente: “devolvamos la tranquilidad a los romanos, visto que no tienen paciencia para aguardar el fin de un viejo como yo.” Tenía sesenta y siete años.”


Años después Cartago fue destruida por otro Escipión. Encontró varias bibliotecas “ y las repartió entre sus aliados africanos ( lo que sorprende tratándose de un hombre culto como él ), los cuales, por la poca pasión que sentían por los libros, dejaron que se perdieran. He aquí por qué no tenemos siquiera un manual de su historia.”



Comentarios

representándome ha dicho que…
http://www.youtube.com/watch?v=1hsDn2kNriI&feature=player_embedded

las hostias de los últmos mil años

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