MOONLIGHT SALOON
XVII
Nos acercamos a Los Ángeles. Delia camina ligera a mi lado, como en un sueño viejo y olvidado hace mucho tiempo, en otro mundo muy distinto a este en el que la muerte te mira a los ojos en cuanto te quedas quieto.
Allá abajo se ve el mar. Durante meses sólo vi el mar a mi alrededor para no volver a verlo hasta ahora.
Y por fin la ciudad. Ya no hay nada más allá. La gran reunión de los últimos entre los últimos. No veía tantos rostros hostiles desde Nueva York.
Delia no hace preguntas. Nunca las ha hecho. Se agarra con fuerza a mi brazo y mira boquiabierta a su alrededor. Se agarra a mi brazo a pesar de que no sabe nada de mí. No sabe lo de nuestro gran golpe fallido en Santa Fe ni lo del cazarrecompensas que el Gran Apoltronado mandó en nuestra búsqueda, ni que soy el último que queda vivo de la banda.
El Tuerto mató a los otros dos, hombres de mayor valía que yo, sorprendiéndolos donde se suponía que nadie les buscaría. Yo huí a lo más profundo del desierto hasta enterarme de que El Tuerto se dirigía a Los Ángeles en mi busca. En un primer momento me alegré, sabiéndome tan lejos de California y avanzando en dirección contraria. Pero de pronto escuché una voz familiar que venía de lo más profundo del abismo. Un golpe en la frente. Era Billy. Y le di la razón. No habría descanso para mí hasta saber que ya nadie me buscaba.
Ahora llego adonde El Tuerto cree que estoy. Vengo a Los Ángeles a matar o morir. Y pase lo que pase, no volveré a hacerlo.
XVII
Nos acercamos a Los Ángeles. Delia camina ligera a mi lado, como en un sueño viejo y olvidado hace mucho tiempo, en otro mundo muy distinto a este en el que la muerte te mira a los ojos en cuanto te quedas quieto.
Allá abajo se ve el mar. Durante meses sólo vi el mar a mi alrededor para no volver a verlo hasta ahora.
Y por fin la ciudad. Ya no hay nada más allá. La gran reunión de los últimos entre los últimos. No veía tantos rostros hostiles desde Nueva York.
Delia no hace preguntas. Nunca las ha hecho. Se agarra con fuerza a mi brazo y mira boquiabierta a su alrededor. Se agarra a mi brazo a pesar de que no sabe nada de mí. No sabe lo de nuestro gran golpe fallido en Santa Fe ni lo del cazarrecompensas que el Gran Apoltronado mandó en nuestra búsqueda, ni que soy el último que queda vivo de la banda.
El Tuerto mató a los otros dos, hombres de mayor valía que yo, sorprendiéndolos donde se suponía que nadie les buscaría. Yo huí a lo más profundo del desierto hasta enterarme de que El Tuerto se dirigía a Los Ángeles en mi busca. En un primer momento me alegré, sabiéndome tan lejos de California y avanzando en dirección contraria. Pero de pronto escuché una voz familiar que venía de lo más profundo del abismo. Un golpe en la frente. Era Billy. Y le di la razón. No habría descanso para mí hasta saber que ya nadie me buscaba.
Ahora llego adonde El Tuerto cree que estoy. Vengo a Los Ángeles a matar o morir. Y pase lo que pase, no volveré a hacerlo.
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