LIBROS LEÍDOS EN 2015
Quiero comentar, a modo de sugerencia, algunos libros de los que leí a lo
largo del año:
En casa, de Bill Bryson. Círculo de Lectores, 2013: Reflexionando sobre su nueva vida en una antigua
rectoría de la campiña inglesa, Bryson consigue hablarnos de cada uno de los
elementos presentes en nuestros hogares, a los que apenas prestamos atención, y
mantenernos enganchados durante más de 600 páginas. La luz eléctrica, las
escaleras, la cama, la ropa de algodón… Bryson nos recuerda que son cosas
relativamente recientes, así que damos gracias por nacer en este el último
rincón del tiempo. Es un libro exhaustivo y ligero a la vez, en el que cada
logro anónimo tiene sabor a proeza. Se centra en el mundo anglosajón, que
después de todo es el que ha llevado las riendas desde al menos la revolución
industrial, e incluso antes, en lo que a hacernos la vida más cómoda se refiere.
Eso sí, la traducción es horrorosa desde el mismo título. Preparen los ojos
para unos cuantos “remarcable” y algún que otro “Cornwall”. Y a pesar de todo
nos dejamos llevar por la épica de las pequeñas cosas.
Flores del año mil y pico de ave, de Álvaro Cunqueiro. Seix Barral,
1990: “La fantasía, al castellano,
se la pone el gallego”, decía Umbral en un artículo sobre Cunqueiro. En estos
relatos de juventud, escritos en plena posguerra, encontramos la semilla del Merlín e familia o Las mocedades de Ulises. Entre otras historias de arcaizante
maravilla escritas en tiempos en que sólo el realismo parecía legítimo, Cunqueiro
imagina la vida de cada una de las mujeres mencionadas en la Balada de las damas de antaño del poeta
Villon, y nos cuenta la vida y milagros de San Gonzalo, mística y niebla que flotan
muy cerca de su Mondoñedo natal.
Las hazañas del brigadier Gerard, de Arthur Conan Doyle. Comunicación
y Publicaciones, 2007: Una vez
comprobado que Conan Doyle es un gran escritor tras leer todo lo de Sherlock
Holmes que se me puso delante, abordé estos relatos protagonizados por un
oficial francés de las guerras napoleónicas. Conan Doyle es un gigante. A medida
que cada una de las aventuras avanzaba, sólo me quedaba lamentarme porque algún
día terminaría el libro (por suerte hay más relatos de los incluidos en este
libro, y recopilados en su momento bajo el título Las aventuras del brigadier Gerard). De ritmo trepidante y con un protagonista logradísimo (defensor de los valores
propios de “cuando la Madre era la reina de tu corazón”,como escribió Bob
Dylan), fiel hasta el fin a un Napoleón que debió de parecerse mucho al que Conan
Doyle retrata aquí, estos relatos magníficamente ambientados son toda una lección de historia y de
literatura. Además, la traducción, de Silvia Guiu, está muy lograda.
Otra idea de Galicia, de Miguel Anxo Murado. Debate, 2013: Bálsamo contra los tópicos que emborronan la
visión que se tiene de Galicia en el resto de España, creo que este libro
cumple con el objetivo para el que fue escrito, lo dicho: dar a conocer la Galicia real a los que sólo la conocen a través de topicazos, campañas
turísticas y guías mágico-célticas del Camino de Santiago. El original se
escribió en castellano, y después de su éxito de ventas (sobre todo en Galicia)
se editó en gallego (y se tradujo con un poco de prisa…). El autor da una
visión de conjunto de Galicia y de lo gallego en unas doscientas páginas que yo
creo acertada, sin dar nada por supuesto.
El ritmo perdido, de Santiago Auserón. Península, 2012: Subtitulado “Sobre el influjo negro en la
canción española”, Auserón traza aquí un exhaustivo retrato sobre los
auténticos orígenes de la música popular española, que ya tenía raíces negras
mucho antes de que llegasen de América los ritmos afrocubanos. El libro tiene
la profundidad de una tesis doctoral (ya antes de que Auserón lograra el
doctorado en filosofía este año) y a veces se hace farragoso, con toda esa
profusión de notas a pie de página; además, se puede hacer muy cuesta arriba
para aquellos lectores sin nociones de música, pero el resultado global es un
estudio de referencia sobre el folclore español, con una riqueza y variedad que
han querido hacernos olvidar durante siglos en pos de una “pureza de raza”
impuesta desde arriba. El ritmo perdido nos recuerda que la “tradición” siempre
es un invento y que la historia es un suelo que se mueve, arenas movedizas,
cimientos a conveniencia.
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